Interviene la Policía Comunista

Los comunistas vinieron a la montaña, con los policías, los perros y los soldados armados. Querían dispersar la gente, alejarla, sembrar el miedo. Detuvieron los videntes y los llevaron a la clínica. Doce médicos examinaron durante todo el día los muchachos, individual y juntos.
El equipo de médicos reunidos en consulta se pronunció: “Los niños están sanos. Son normales”. La noticia de este examen médico fue para mi una gran alegría –dice el P. Jozo–. Era algo que yo deseaba. Al fin ellos nos iban a ayudar para hacer un poco de luz. Yo deseaba saber, antes que nada, si estaban enfermos o si alguien les estaba manipulando.
Los médicos habían asegurado que los niños eran normales. Pero yo pensaba: ¿Cómo? ¿Normales? Pero si esto que les sucede no es nada normal. No es normal hablar así, con una certeza tan persuasiva. Eso no es lo cotidiano.
La doctora que comunicó el dictamen de las consulta, dijo a los niños: “Prohibido hablar. Vosotros sois unos mentirosos. Tenéis como único objetivo destruir el régimen comunista”.
Entonces el pequeño Jakob (9 años) se le enfrentó y le dijo lleno de fuerza: “No, nosotros no decimos ninguna mentira. Hablamos sólo de lo que vemos. No nos lo puedes prohibir”. Y cuando les amenazó con meterles en la cárcel, a ellos y a sus padres, respondió: “Bien, de acuerdo, yo estoy dispuesto a derramar mi sangre y dar mi vida por la Señora”.